Preguntas incómodas

Llevaba en esa cafetería media hora y empezaba a estar muy contenta de, al menos, haber quedado en un lugar diferente a mi tetería de confianza, porque empezaba a tener bastante claro que la chica con la que estaba no iba a merecerse una segunda cita. 

—Entonces, Inga, tu perfil indica que te consideras asexual. ¿Es eso verdad? —Clara llevaba todo el rato preguntándome por mi, y creía que por fin había llegado al quid de la cuestión. La pregunta del millón. Empezaba a pensar que el sólo hecho de que me lo preguntaran ya implicaba que no habría segunda cita. 

—Si no lo fuera no estaría en mi perfil, obviamente —me costaba no ser algo brusca a estas alturas, pero bueno, qué iba a hacerle. 

—Claro, claro, pero es que hay mucha gente que lo pone para evitar que le pidan sexo en la primera cita, ¿sabes? A estas alturas ya tengo que preguntar —como si no querer sexo justo acabas de conocer a alguien fuera algo tan malo. 

—Tu perfil no ponía nada al respecto. ¿Acaso tú también lo eres? 

—Oh, no, para nada. Pero no por eso iba a dejar de salir contigo. 

—Gracias, supongo. 

—Y he visto que tienes un gato. Yo soy alérgica, pero me parecen muy bonitos. 

—Sí, se llama Shuri —era el mejor nombre que nunca podría tener una preciosa y súper inteligente gatita. 

—¿Qué significa? 

—Eh… Creía que habías dicho que te gustaba que fuera un poco friki —mi confusión debía ser palpable porque claro, ¿qué friki no sabe quién es Shuri, o porqué es tan adecuado? 

—Sí, claro, si a mi me encanta conocer a gente friki, pero yo no soy mucho del mundillo. 

—Ah… 

Y otro momento de silencio absoluto. Bebí de mi café, que por fin había dejado de arder tanto que seguía sintiendo mi lengua. ¿Cómo harían el café en este sitio? Otro motivo para hacer de mi lugar de reposo habitual una tetería. Además, con un café tan caliente, no había forma de cortar la cita rápidamente. No iba a malgastar mis cinco euros. 

—La verdad, Inga, es que pareces una chica muy maja, así que espero que mi pregunta no te moleste. ¿Cómo funciona eso de definirse como homoromántica pero asexual? 

—¿Cómo funciona lo de definirse como lesbiana, Clara? —odiaba que me hicieran preguntas obvias. 

—Eehh… Bueno, ya lo sabes. Sólo me siento atraída por mujeres. 

—Pues es lo mismo. Yo no me siento atraída por nadie. 

—Ya, eso es la parte asexual. Pero… 

—Pero sí que me puedo enamorar. Y, hasta ahora, sólo me he enamorado de mujeres, así que he tirado la toalla y asumido que soy así. 

—¿Pero el sexo te da asco? 

—A ver, asco lo que es asco no. No a todes nos da asco. Pero no existe una persona en este planeta a la que mire y piense “uy, me la follaría.” ¿Entiendes? 

—Creo. 

Por fin estaba llegando al final de mi café. Era demasiado grande. Y demasiado azucarado. Empezaba a necesitar ir al baño. Era la excusa perfecta. Ir al baño, enviar un mensaje de socorro a Vanesa, esperar la llamada, huir por patas. Solo necesitaba terminarme el café. Cuatro sorbos más y sería libre. 

—Y entonces te autodenominas friki. Así que debes estar en alguno de esos llamados fandom, ¿no? 

—Ehhh… Sí, supongo. En unos cuantos —empezaba a sentir que estaba siendo víctima de un interrogatorio. 

—Oh, ¿en cuáles? 

—Ehhh… En bastantes, en realidad. ¿Tú estás en alguno? 

—No creo. Pero quizá sí que haya visto alguna de esas películas. 

—Bueno, yo no soy muy de películas… Soy más de cómics. Y de algunos libros. 

—¿Cómics? Pero eso es como infantil, ¿no? 

—No. Eso sería como decir que los libros son todos infantiles. Dentro del cómic hay géneros —obviamente. Tonta. 

—¿Entonces no te gustan los cómics de superhéroes? 

—Bueno, depende de cuál, como con todo, supongo. ¿Acaso a ti te gusta alguno? 

—Eeehhh… —se puso un poco nerviosa, mirando un poco a todos lados, pero siguió hablando— Tengo una, eeh, llamémosla amiga, que siempre me habla de que debería leerme algo acerca de la Viuda Negra. Dice que es un gran personaje con una historia muy compleja y que debería gustarme mucho —dejó la frase un poco en el aire, como si hubiera hablado demasiado. Pero al menos tenía yo algo a lo que agarrarme para mantener la conversación durante mis dos últimos sorbos. 

—Oh, claro. Es un personaje muy complejo, aunque los varios retcons y el hecho de que es un personaje que es más de salir en otras sagas que en tener números en solitario hacen difícil un primer acercamiento. 

—Interesante… ¿Entonces cuál sería tu superhéroe favorito? 

—Esa no es una buena pregunta. Además, sería una superheroína seguramente, aunque hay varias que me gustan —definitivamente era un interrogatorio—. Pero cuéntame algo de ti, Clara, que sólo hablamos de mi. 

—No hay nada malo en hablar de ti. 

—Pero es una cita, en una cita normalmente se habla de ambas… —algo, cualquier cosa, y así podía terminarme mi último sorbo. 

—Pues… Yo… Me gustan mucho las capas. 

—¡Sin capas! —reí, citando la famosa película infantil, mientras me preparaba mentalmente para ir al baño y salir de esta situación. 

—¡Lo sabía! 

—¿Qué? 

—¡Eres tú! —Clara se levantó, claramente emocionada, mientras me señalaba y gritaba. 

—¡¿Qué?! 

—¡Te he encontrado! 

—Yo sólo estaba haciendo una referencia a… —intenté explicarme, preguntándome en qué agujero debía vivir la pobre mujer. E intentando llamar poco la atención del resto de la cafetería, aunque era difícil cuando la loca de delante de mi insistía en gritar. 

—¡No me mientas! ¡Ahora por fin sé tu alias! ¡Eres Inga! ¡Nunca más podrás huir de mi! 

—Perdón pero qué. 

—Finalmente, tras muchísimo tiempo de buscar, he descubierto tu nombre real. Ahora podré encontrar a tus seres queridos, tu casa, asegurarme de que nunca vuelvas a entorpecer mis planes. Te encerraré y podré completar mis planes de dominación mundial. 

—Qué. 

—Soy Megasónica. Y tú eres mi enemiga mortal, La Hechicera. Y ahora que sé quién eres, nunca más podrás detenerme. 

—Qué. 

Suerte que pese a que yo me hubiera quedado tonta, nuestra preciosa camarera no se dejó amedrentar por la situación. Oí un sonido como de metal chocando contra algo hueco, y Clara se desplomó. 

—¿Estás bien? —la camarera, que según el pin en su uniforme se llamaba Teresa, me preguntó, preocupada. La gente de la cafetería se estaba acercando a cotillear. 

—Sí, no me ha hecho nada. 

—Bien, tienes que salir de aquí antes de que recupere la conciencia —y fue entonces, cuando me tendió la mano, que me di cuenta de que en su otra mano llevaba un extintor. Debía haber sido con lo que le había pegado a mi ex-cita. Porque sí, esa cita había acabado. 

—¿Llamamos a la policía? 

—¿No le has oído? —me preguntó, con cara de preocupación— Es la supervillana Megasónica. La policía no puede hacer nada al respecto. 

—Pero… ¿tú crees que lo es de verdad? Entonces… ¡Entonces va a querer matarme! ¡Se cree que soy alguien que no soy! —una histeria hasta entonces desconocida para mi estaba haciendo estragos en mi mente, pero la chica parecía muy tranquila. 

—Eso es verdad, hay que asegurarse de que se de cuenta de que no lo eres… —mientras estaba pensativa, Megasónica empezó a moverse. 

—Fuera tiempo para pensar. Sal a la calle. Salid todos a la calle —añadió, viendo que el resto de clientes seguían mirándonos sin moverse—. Llamaré a alguien, pero nunca puedes decirle a nadie que yo he sido la que ha llamado. Prométemelo —continuó, en un susurro, mientras la gente empezaba a huir. 

—Lo… lo prometo. 

Salí por la puerta, juntándome con el resto de clientes y la otra camarera en la calle. Algunes aún llevaban cosas en la mano: un café, un libro, un móvil. Me volví para ver a Teresa corriendo también hacia fuera, móvil en la oreja, pero justo antes de llegar a mi, cortó la llamada. Sólo pude oír como gritaba “urgente.” Tuvo el tiempo justo para salir del edificio justo antes de que todos los cristales explotaran. Llenas de pequeños cristales y cortes, vimos como Megasónica salía por el espacio vacío que antes estaba ocupado por la puerta automática de cristal. Una supervillana en todo su esplendor, y con su capa. 

—Tú —me increpó—. No sé cómo lo has hecho antes para atacarme por detrás, pero ahora te tengo. Y en una calle llena de inocentes. Tus poderes no van a salvarte de esta. Por fin he ganado y ni tú ni nadie… —nunca llegamos a saber qué. Una figura rápida como la luz golpeó a Megasónica de frente, lanzándola al suelo. 

—Cariño, cazarás más moscas con miel que con vinagre. Si tanto quieres una cita conmigo, tienes que cambiar de bando. 

Y esta es la historia de como vi con mis propios ojos una pelea entre La Hechicera y Megasónica, y de cómo terminé en el hospital con millones de cortes y, aparentemente, alguna contusión. Y también salí por la tele. Así que, hijas mías, aprended de mis errores, y nunca tengáis una cita con alguien que no sabe qué significa vuestra orientación sexual. Podría intentar primero mataros y luego conquistar el mundo.

• Este relato forma parte del Reto de Escritura #Origireto2019, organizado por Stiby, de Sólo un capítulo más, y Katty, de La Pluma Azul de KATTY.
• Este relato, de 1540 palabras, corresponde al objetivo 20, Haz un escrito sobre una cita que sea un desastre.
• Para esta historia se incluyen los objetos 8, un extintor, y 16, una persona asexual.
• Para Medallas, este relato incluye una supervillana, cumpliendo 2/3 para Destino Funesto. Está protagonizado por una mujer, y pasa el test de Bechdel, cumpliendo 2/6 para Feminista y 2/2 para Bechdel. Incluye a una protagonista no-heterosexual, por lo tanto siendo protagonizado por una persona no normativa, cumpliendo 2/3 para Interesante. Está escrito en primera persona, siendo 3/6 para Verbórrea Interminable.
• Podéis encontrar el resto de mis entradas para el #Origireto2019 aquí, y las de Neswina aquí. O, en su defecto, los de ambas aquí.