Inmersión al pasado

Helen comprobaba todos los mandos que tenía delante, mientras su hermana se movía con torpeza por la embarcación.

—Mira, ahora no es momento de ir con cuidado. Necesitamos encontrar lo que nos dijo la doctora Tenembaum. No podemos dejar que la enfermedad gane.

—Me siento mal porque nuestras hermanas no hayan podido venir —se recogió el pelo castaño en una coleta—. Pero ellas tienen familias que sacar a delante.

—¡Ey! Yo tengo a Alan y tú tienes a tu querida Amanda… —le dio un toque en el hombro e hizo que se riera.

—Bueno ya, pero nosotras todavía no estamos ni casadas, ni viviendo juntas. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Por desgracia, sí.

—¿Qué haces? —Helen preparaba el asiento del copiloto.

—Si piensas que te voy a dejar ir sola, estás loca Pipper, estamos juntas en esto y vamos a ser nosotras quienes salvemos a Emily y a Jack.

El submarino se movía en el agua de manera perezosa, gracias a una pequeña brisa que aparecía de vez en cuando. Las muchachas maniobraban dentro de un pequeño batiscafo que habían tomado prestado de su padre. Bajo un sol de justicia, las muchachas observaban el faro semiderruido por el que su padre, años atrás, entró a rescatarlas, rodeado de un inmenso océano. En ese momento Helen y Pipper se miraron decididas, solo ellas podían realizar aquella misión. Solo ellas podían salvar la vida a su hermana pequeña.

—¿Lista? —Pipper comprobó que todo el instrumental estaba correcto, y que el material que habían recopilado días atrás estaba en la parte trasera del submarino.

—Sí. Tengo un miedo atroz por lo que nos podemos encontrar ahí abajo, pero estoy preparada.

Veinte años de felicidad. Pipper miraba a través del cristal del submarino como cambiaban los colores del océano según se sumergían en él y pensaba en esos años de felicidad, o por lo menos, ella creía que eso era felicidad si comparaba como había sido su infancia. Su primer recuerdo era de ella sosteniendo una especie de jeringa, más grande que su cabeza, extrayendo el ADAM de un cadáver.

Gracias, sobre todo, a Jack y a la doctora Tenembaum, pudieron salir de aquel infierno ella y sus quince hermanas. Pipper tenía ocho años y Helen seis cuando salieron de la ciudad submarina de Rapture.

Rapture era la utopía de un señor que pensaba que una ciudad submarina donde solo estuviera lo mejor de lo mejor, los más geniales, los más preparados, los llamados líderes del futuro, podría salir adelante basándose en la perfección. En los primeros años de la creación de la ciudad parecía que así era, pero no contaban con que los pobres existieran en su sociedad perfecta. Pero así son las promesas de los señores megalomaníacos: muy bonitas en papel, pero una mentira desde su concepción.

Rapture en realidad era una ciudad para crear y experimentar a gusto, sin nadie que controlara qué, cómo y sobre todo con quién se experimentaba. Hubo un momento que la parte pobre de Rapture no podía casi sobrevivir, y no podía dar una vida digna a sus niños. Así que Rapture los “acogía” en el orfanato bajo la promesa de cuidarlos y darles un futuro prometedor. Al principio los padres entregaban a los niños con esperanza, pero al final Rapture se los quitaba directamente. Sobre todo a las niñas, pues los niños no valían como huéspedes de la babosa marina que producía ADAM, que luego insertaban en los estómagos de las chicas para doblar la producción y usar la sustancia en la población.

Población que pagaba, robaba e incluso mataba para consumir el ADAM de mil amores, que les permitiría aumentar sus capacidades e incluso tener habilidades como el manejo de elementos como el fuego o la electricidad. La caída de Rapture fue inevitable en el momento que una población descontenta con el régimen establecido obtuvo poderes que escapaban al entendimiento humano.

Tanto Pipper como Helen esperaban no tener que encontrarse con ningún habitante de la ciudad submarina, porque lo que quedaba de ellos era muy desagradable y habían perdido toda cordura. Cuando Jack las rescató había dado buena cuenta de los splicers, pero seguramente quedara alguno; impredecibles, peligrosos, y con infinitas posibilidades para alteraciones genéticas producidas por el exceso de ADAM.

—Queda poco para llegar —Helen miró el instrumental que tenía enfrente con el ceño fruncido. Demasiados recuerdos dolorosos, y aquel lugar no era tan maravilloso y encantador como el TITANIC, no. Aquello era como volver a la peor de las pesadillas.

Después de una inmersión que parecía interminable, llegaron al destino y emergieron en uno de los muelles interiores de la ciudad.

—¿Cómo te encuentras? —Pipper sacaba una de las bolsas de deporte que había guardado en la parte trasera del sumergible.

—Bien, bien… Solo que tengo una sensación muy rara en el cuerpo.

—Sí, como si hubiéramos vuelto a casa… O a una pesadilla recurrente.

—Exacto —Helen pasó a su hermana otra de las bolsas que había en la parte de atrás y salió del submarino junto a ella.

Pipper comprobó el contenido de la primera bolsa: armas ligeras y cargadores. Mientras, Helen hacía lo mismo con la otra, que contenía armas pesadas y un botiquín. Se pusieron encima todo lo que pudieron, metieron el botiquín, municiones y algún arma de repuesto en unas mochilas, y se pusieron en camino.

—¿Dónde estamos?

—Espera que mire el mapa —Pipper sacó un mapa del bolsillo trasero de su pantalón—. Estamos en Neptune’s Bounty, tenemos que ir a la derecha para coger el ascensor que nos llevará hasta Arcadia. Vamos.

—¿Te acuerdas de Arcadia? —Helen se parapetó detrás de una puerta y apuntó con su arma, por si aparecía algún splicer. Jack decía haber acabado con todos, o con casi todos, pero ellas dos sabían que eran escurridizos y peligrosos.

—Sí, creo que era el único sitio bonito que quedaba aquí —apuntaba con un fusil de asalto a una sombra, tenían los nervios a flor de piel.

—El ascensor está ahí, espero que lleguemos.

Ambas avanzaron por el pasillo, había algo de agua en el suelo procedente de las microfisuras de las grandes cristaleras que había en el lugar. El sitio era lúgubre, decadente, y el agua que rodeaba el edificio hacía que este fuera frío. A través de las cristaleras del pasillo se podía ver parte de Rapture y como la fauna del lugar se mimetizaba con el entorno. En algunas secciones no había nada de luz y gracias a las linternas que tenían en su hombro podían ver algo. Llegaron al ascensor totalmente en tensión y con los dedos blancos de sujetar las armas con fuerza.

—Espero que esto todavía funcione.

—Es la única cosa buena de este sitio: electricidad para toda la eternidad. ¿Qué ha sido eso? —Helen apuntó con su arma a una sombra mientras esperaban a que el ascensor llegase, se oía un ruido débil y una canción familiar en el ambiente.

—Mierda, splicer a la vista —Pipper apuntó con su arma al ser que apareció por el pasillo y vació un cargador sin éxito. El ser, que una vez fue humano, se movía demasiado rápido en la oscuridad.

—Aaaaaaaaaaahhhh, hijo de perra —Helen recibió un tajo por parte del splicer, cosa que aprovechó ella para meterle una bala entre ceja y ceja. Y eso sí dio resultado.

—Helen ¿estás bien?

—Sí, no te preocupes, solo ha sido un rasguño.

—Ho… Hola Mr P. Cuánto tiempo, ¿eh?

—Helen, qué haces —Pipper susurró mientras aporreaba el botón del ascensor con la esperanza de que así llegara de una vez.

—Probar suerte, no sé si nuestras armas están preparadas para enfrentarse a uno de ellos —susurró a su hermana y pronto volvió a su tono normal para dirigirse a la figura que se acercaba—. ¿Por qué has venido?

El Big Daddy, tan callado como siempre, llegó a la altura de las hermanas y no hizo nada. Se quedó quieto, y con el taladro que tenía por brazo derecho, señaló al splicer muerto a la espalda de Helen y a su brazo herido.

—Sí, él me hizo daño. Pero me he defendido —Helen bajó su arma, llevaba una pistola que enfundó en su cinturón—. ¿Ves? Estoy bien.

El grandullón volvió a señalar al splicer y, esta vez, a las dos hermanas.

—Helen, creo que quiere que lo cosechemos —Pipper no bajaba su arma.

—Pues vamos mal…

En ese momento el Big Daddy se acercó a ellas y con su mano izquierda comprobó la herida de Helen. Esta se quedó sorprendida y se fijó en el bordado que tenía el ser en la escafandra.

—¡Pipper! Es mi Mr P. Yo le bordé eso.

—¿Seguirá la conexión? No sé si eso es bueno o malo… —Pipper estaba aterrorizada por la incertidumbre, hacía demasiados años del último encuentro con uno de estos grandullones.

—Hola de nuevo, Señor Pompas, soy yo: Helen. ¿Te acuerdas de mí? —Helen tocó el emblema bordado y sintió una conexión que creía perdida. Inmediatamente miró a su hermana y sonrió tranquila.

La escafandra se movió de arriba abajo, y ofreció la mano izquierda a la chica.

—Mr P. Tenemos que ir a recoger algo a Arcadia, ¿nos puedes proteger?

El Big Daddy volvió a asentir justo cuando el ascensor se abrió, y los tres entraron juntos. El hilo musical se había estancado en 1959. Las hermanas se sintieron aliviadas de que Mr P se acordara de ellas y siguiera siendo su protector, así podrían mantener a raya a los splicers que quedaran por ahí.

El ascensor llegó a su destino: Arcadia, el pulmón de Rapture. Ahí estaban todos lo árboles de esa ciudad submarina, de donde salía todo el oxígeno que daba vida a ese lugar. Las hermanas inspeccionaron el entorno para limpiarlo de enemigos, si hacía falta, pero no había nadie. En un principio era lo que esperaban, sabían por experiencia que los splicers preferían las zonas de “fiesta” o donde hubiera más dispensadores de ADAM, y en aquel lugar no había mucho de eso.

—Pipper, allí— la chica señaló un árbol que estaba en medio de una plazoleta, y rápidamente se acercaron a él.

Helen hurgó en la mochila de su hermana y sacó un artilugio; se parecía a las antiguas jeringuillas que utilizaban de pequeñas para recolectar el ADAM de los splicers muertos, pero este tenía un aspecto nuevo y moderno, y un pequeño mecanismo autónomo. La chica lo insertó en el árbol y empezó a extraer su savia, lenta y viscosa, color verde neón, que salía lentamente. El Big Daddy vigilaba los alrededores. Necesitaban salir de allí rápidamente. Y sin más sobresaltos.

Después de dos lentas cosechas más decidieron que era suficiente, recogieron y se volvieron a poner en marcha.

Deshicieron el camino andado hasta el submarino. El Big Daddy se ocupó de dos splicers que aparecieron al abrirse la puerta del ascensor, y no hubo ningún sobresalto más. Metieron todo el material en el submarino y llegó la hora de la despedida.

—Bueno Mr P. Espero que te vaya bien por aquí. Nosotras nos tenemos que ir —Helen estaba apenada por dejarle a su suerte, pero sabía que en la superficie no podría sobrevivir—. Gracias por todo.

Abrazó a aquel ser que hizo el juramento inconsciente de protegerla cada vez que estuviera en peligro y se metió en el submarino, donde Pipper ya había encendido el motor. Se sumergieron rumbo a la superficie. Rumbo a salvar a su hermana.

FIN